Extracto del libro “SAPOS Y CENICIENTAS – Una mirada psicológica acerca de las problemáticas del amor”, de Daniel Alejandro Fernández. Ediciones Urano Argentina. Disponible en todas las librerías de Argentina y Uruguay.
Todos escuchamos alguna vez decir a alguien: “Tal persona me psicopatea”. Dejando de lado que el verbo “psicopatear” ni siquiera figura en el diccionario y que, la mayoría de las veces, quien dice esta frase simplemente está molesto con un otro que lo ha herido, aquí sólo nos centraremos en aquellos vínculos que a veces se establecen con quienes en verdad son psicópatas o tienen al menos rasgos psicopáticos importantes.
También hay quienes aseguran haberse relacionado reiteradas veces con psicópatas, lo cual nos lleva a pensar que dichas personas se han equivocado de diagnóstico o que algo en ellos mismos no anda del todo bien. Por cierto, si repites algo en tu vida, deberías preguntarte por qué. En definitiva, si existe un psicópata también existe su complementario, alguien que por determinadas características personales es una presa fácil.
¿Qué es un psicópata realmente? Es alguien con una estructura psicológica diferente e insana, que no habrá de cambiar. Sabe perfectamente qué cosas están bien y cuáles están mal, pero no siente culpa y por ende no tendrá inconvenientes en obrar de la peor manera posible si tiene la certeza de que no será descubierto. También hay personas que sí cuentan con una estructura psicológica que podríamos considerar normal, pero aun así presentan ciertos rasgos propios del psicópata. De aquí en adelante, no habremos de hacer una diferencia entre ambos y nos centraremos en esos rasgos o características generales. Después de todo, lo importante es que puedas reconocerlos para así apartarte del camino de estas personas y abrirte hacia vínculos más saludables.
Decíamos entonces que uno de los rasgos más propios del psicópata es la ausencia de un sentimiento de culpa. Y no es difícil deducir la multiplicidad de consecuencias que esto puede traer aparejado para quien se vincula con alguien así, dado que será manipulado sin miramiento alguno. La manipulación es la herramienta principal que utiliza el psicópata, y puede desenvolverse con ella hábilmente enmascarándose detrás de una personalidad que muchas veces resulta seductora. Hará y dirá lo que requieras escuchar, todo con tal de utilizarte para su propio beneficio. Él o ella (la psicopatía se da en ambos géneros), en pos de alcanzar sus metas, no vacilará en descartarte una vez que las haya conseguido. Para el psicópata, el otro es un objeto del cual puede servirse para su propio bienestar. ¿Su objeto de amor? Él mismo.
Habiendo descrito brevemente las características más importantes del psicópata, pasaremos ahora a mencionar los rasgos que caracterizan a aquellas personas que suelen caer en sus redes. Cuando nos referimos a estas personas, solemos decir que son sus complementarios. No porque sean sus cómplices (a veces lo son), sino porque tienen una personalidad que es sumamente fácil de manipular por alguien con gran habilidad. Generalmente los complementarios tienen una autoestima baja, se la pasan buscando aprobación del otro y mendigando su amor. Necesitan del otro con tal desesperación, que prefieren sufrir por el sometimiento antes que padecer debido al abandono. Casi siempre crédulos, caen con facilidad ante los encantos del psicópata.
No se debe olvidar que psicópata y complementario constituyen un circuito de enfermedad, circuito que una vez terminado puede volver a reiniciarse a menos que ese complementario resuelva cuestiones no sanas que le son propias. La queja, desde luego, no habrá de ser el camino a dicha resolución. El mejor camino para no vincularse de manera enferma es hacerse cargo de los aspectos propios poco sanos y procurar resolverlos.
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