¿Qué es la empatía? Ni más ni menos que la capacidad de ponernos en el lugar del otro, de percibir y comprender lo que ese otro podría estar sintiendo. Y dado que las personas con mayor capacidad de empatía son quienes mejor perciben los sentimientos de los otros, es que también pueden llegar a deducir con mayor facilidad lo que esos otros podrían estar pensando ante determinada situación. Son más aptos, incluso, para comprender el lenguaje no verbal (expresiones, posturas, etc.).
El ser humano es un ser social, requiere de los otros. Y una sociedad con seres poco empáticos no puede prosperar puesto que tenderá aún más al individualismo, a la confusión y al caos. La empatía es la base de la compasión, de la convivencia pacífica, del entendimiento mutuo y de la solidaridad. Muchos de los malos entendidos que se tienen a veces, en la comunicación, se deben a falta de empatía. ¿Cómo puede alguien estar bien adaptado a una sociedad si no comprende cuánto sus acciones repercuten en los otros? ¿Cómo, si no consigue ponerse en el lugar de esos otros? Definitivamente la empatía es la base imprescindible para sembrar los cimientos de una sociedad más saludable.
Podríamos considerar que dicha capacidad de empatía se va adquiriendo, desde los primeros años de vida, a partir de la interrelación con los progenitores. Es decir, en el proceso de socialización primario. De que se cumplan adecuadamente las funciones materna y paterna dependerá, en gran medida, la consiguiente estructuración psíquica adecuada del niño y, por ende, también su capacidad de empatía. No obstante, partiendo de la base que nuestro aparato psíquico cuenta con una base biológica indiscutible (nuestro cerebro), es conveniente también tener en cuenta los valiosos aportes de las neurociencias en relación al tema que nos atañe.
A partir de experimentos llevados a cabo en la Universidad de Parma (Italia), en 1996, un grupo de neurocientíficos dio por descubrir lo que se denominó “neuronas espejo”. Se trataría de un grupo de neuronas que se activan cuando se observa la acción de otro, de un congénere, y que llevarían a imitar (reflejar) esa acción observada. En principio, estas neuronas fueron encontradas en primates. Y dado que, desde el nacimiento, el ser humano tiende a imitar los gestos que observa en los demás, se dedujo que dicha capacidad imitativa también se debía a las llamadas “neuronas espejo”. Y la importancia de esta clase de neuronas está dada por su vinculación con las capacidades cognitivas relacionadas con la vida social y, especialmente, con la empatía.
En la actualidad, el descubrimiento de la existencia de las neuronas espejo, tema sobre el cual será preciso continuar investigando, aporta un nuevo enfoque para comprender una capacidad socialmente indispensable como lo es la empatía. No caben dudas de que nuestra red neuronal refleja el mundo (la mente de los otros) y, a su vez, tiene su propio impacto en el devenir de la sociedad.
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