Extracto del libro “LA MENTE EN EQUILIBRIO” (Ediciones B).
Autor: Daniel Fernández.
Ya disponible en todas las librerías de Argentina.
Un famoso mito griego habla de Pandora, una mujer muy especial, dado que a ella se atribuían los males que pesan sobre la humanidad. Según el mito, Pandora poseía una caja cuyo contenido desconocía. Y fue, debido a su curiosidad, que decidió quitar la tapa de la misma. Así, en ese preciso momento, todos los males emergieron al mundo. Ni bien Pandora pudo reaccionar y presurosa volvió a tapar la caja, algo quedaba aún contenido en ella. ¿Qué cosa? Ni más ni menos que la esperanza.
Según los expertos en mitología, se supone que en el interior de la caja solo habitaban los males. Entonces ¿qué hacía allí también la esperanza? ¿Acaso era una forma de dar a entender que aun todo lo malo lleva consigo algo de bueno? ¿Acaso significaba que la esperanza, como un bien, no puede ser desterrada nunca? Las conjeturas que pueden extraerse son diversas y sumamente cuestionables. Pero lo seguro, según el mito, es que el contenido de la caja de Pandora era lo malo, las peores calamidades. ¿Es posible, entonces, que algo tan noble como la esperanza pueda llegar a ser también perjudicial?
Resulta obvio advertir que la esperanza es, en sí misma, un bien. Quien no tiene esperanza, no hará más que cruzar sus brazos y permitir que una tempestad o una ligera brisa lo arrastre sin remedio. No obstante, también puede ocurrir que la esperanza no sea nuestra aliada sino, más bien, un enemigo íntimo que se camufla y nos confunde. ¿Cómo reconocer cuando la esperanza deja de ser buena y opera en nuestra contra? Cuando se transforma en un ancla que nos fija a una posición de sufrimiento. Si detenemos nuestro deambular por la vida, aferrados a la esperanza de que cierta situación o persona vaya a cambiar, puede que dicho cambio nunca acontezca y que hayamos desperdiciado la vida entera en una espera vana.
Existen innumerables ocasiones en que un paciente se acerca a un consultorio psicológico, portando una esperanza que no lo favorece en absoluto. Esto se ha observado, reiteradas veces, en personas que por cuestiones sentimentales viven aferradas a la espera de que cierta persona les corresponda. Más de un paciente me ha manifestado amar a alguien que, indudablemente, por su accionar, no sentía lo mismo. ¿Cuánto tiempo habrán de desperdiciar sosteniendo una esperanza que no tiene fundamentos reales? ¿Cuántas oportunidades de constituir una pareja con otro, que sí les corresponda, dejan pasar? ¿Cuánta angustia se irá acumulando en un duelo que podría no terminar nunca?
Por lo tanto, la esperanza nunca debe ser vista como buena o mala, sino que debe evaluarse en función del hecho puntual que nos toca vivir y con el cual dicha esperanza se relaciona. Es preponderante poder encontrar ese punto límite a partir del cual la esperanza deja de obrar como un aliciente y empieza a convertirse en nuestra propia destrucción.
Entrevista radial sobre el libro “La mente en equilibrio”:
https://www.youtube.com/watch?v=fmpgv50f7EQ
Jorge Rinaldo Castillo Marón says
Concluyo que la esperanza , si estamos en un estado de inercia pasiva , no tiene buen futuro , pero , si la acompañamos con acción , contribuirá a nuestro crecimiento .
Liliana says
Hola, solo saludarlo y apreciar en este comentario sus libros, ya que de manera casual o causal, je, encontré uno en una librería y me sorprendió sentirme descrita. Hoy acabo de adquirir su cuarto libro. Gracias.
Lic. Daniel Alejandro Fernández says
Hola, Liliana! Me alegro que te gusten mis libros! Saludos!!