En principio diremos que se considera “duelo normal” al proceso que se produce luego de la pérdida real de un objeto amado (persona, empresa en la cual se trabajaba, círculo social, etc.). Este tipo de duelo no se considera patológico y pasado cierto tiempo se lo supera. Pero básicamente hay tres momentos cronológicos en este proceso: La negación, la ira y finalmente la aceptación.
En el primer momento (negación), la persona se niega a aceptar la pérdida. El objeto amado esta idealizado por el sujeto, quien ve a ese objeto como perfecto. Y ante la pérdida del mismo se pregunta “¿qué voy a hacer ahora sin ese objeto amado?”. En el segundo momento (ira), aparece el odio hacia ese objeto y el sujeto culpa al objeto por haberlo abandonado. En el tercer momento, la persona empieza a aceptar que ya no tendrá a ese objeto. Finalmente, en el proceso, el examen de la realidad ha mostrado que el objeto amado no existe ya y demanda que el interés (libido) abandone todas sus relaciones con ese objeto. Esto se va dando paulatinamente, con gran gasto de tiempo y de energía psíquica, continuando mientras tanto la existencia del objeto en lo psíquico.
Freud decía que, en este proceso, el sujeto normal (neurótico) necesita que los demás lo reubiquen narcisísticamente, es decir que necesita que lo ayuden a reubicar el interés sobre su propia persona. Es invaluable la ayuda de los otros (terapeutas, amigos, familia, etc.) para poder salir de esa situación de duelo. Y solo después la persona puede volver a elegir un nuevo objeto. En resumen, podemos decir que el trabajo de duelo normal es la posibilidad de desprenderse del objeto perdido para volver a elegir uno nuevo.
Sin embargo, recordemos que Freud observó que no siempre ante la pérdida de un objeto amado el sujeto reacciona de modo normal, es decir mediante el proceso de duelo que antes describimos, sino que a veces se produce lo que llamamos “duelo patológico”. Y si bien hay diversas diferencias entre ambos, una de las más notorias es que en el duelo patológico se observa una clara rebaja del sentimiento de sí, es decir que hay gran disminución del amor propio y abundan los autorreproches. En el duelo patológico la persona se hace reproches, se denigra y espera repulsión y castigo. En esta clase de duelo, vemos un vínculo ambivalente con el objeto perdido (amor – odio). Y Freud sostenía que en estos casos, las fallas que la persona se autorreprochaba poco tenían de cierto en ella misma. Sin embargo esas fallas, esas faltas, esas características reprochables sí las hallaríamos en otro, justamente en alguien a quien el enfermo ha amado o ama (el objeto perdido). Es decir que el autorreproche en el duelo patológico sería en el fondo todo aquel reproche que en realidad se siente por aquel objeto perdido, es sólo que debido a la ambivalencia existe una parte de la persona que se identifico con aquel objeto como una manera de defenderlo. En estos casos, todo lo denigrante que la persona dice de sí misma, en el fondo sería lo que estarían diciendo del objeto. El conflicto entre el amor y el odio hacia aquello perdido, se transformó cualitativamente en un conflicto entre la propia persona con su propia consciencia moral.
Si bien lo que mencionamos como duelo patológico es más propio de lo que podríamos considerar una psicosis distímica (melancolía), lo cierto es que en determinadas ocasiones una persona con una estructura psicológica normal (neurótica) también, ante la pérdida de un objeto, podría llegar a atravesar no un proceso de duelo normal sino un duelo patológico. En estos casos, podríamos decir que el proceso de duelo se ha melancolizado.
De todas maneras, más allá del tipo de duelo que nos toque padecer, es siempre de imprescindible utilidad acudir a nuestros vínculos más cercanos para que nos escuchen y contar con la ayuda de un buen profesional que nos contenga y oriente. Lamentablemente, no es posible atravesar por esta vida sin duelos y, por ser seres sociales, requerimos necesariamente de los demás. Por tal motivo, no olvidemos que es de sabios poder pedir ayuda, y la mejor ayuda en estos casos es siempre la de alguien que nos quiera escuchar.
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