Algunas personas suelen quejarse de estar padeciendo determinada situación por causa de su pareja. A veces se debe a malos tratos, a indiferencia, a infidelidad, etc. No importa qué sea específicamente lo que el otro haga o deje de hacer, lo que aquí tendremos en cuenta es simplemente que algo, no importa qué, proviene del otro y causa angustia en quien lo recibe. Cuando esto ocurre, en una primera instancia el miembro de la pareja que sufre tiende a culpar al otro, a quien además otorga toda la responsabilidad del asunto. Si quien padece, en cambio, logra mirar hacia sí mismo y evaluar hasta qué grado también es responsable, entonces se abre una nueva y verdadera posibilidad. Es claro que intentar cambiar al otro es un tanto utópico y lo más conveniente es analizar qué cosa de nosotros podemos cambiar, aunque más no sea nuestra posición en relación al hecho que nos está afectando. Y es justamente cuando evaluamos nuestra posición frente al otro, que muchas veces caemos en la cuenta de que lo que tanto nos afecta de una persona parece una historia repetida, ya vivida con anterioridad con otra persona con la cual teníamos un vínculo similar.
¿Por qué algunas personas siempre se enredan en amores imposibles? ¿Por qué hay quienes se relacionan vez tras vez con alguien que es infiel? ¿Por qué otras solo aman a quienes no les corresponden? ¿Por qué hay quienes salen de una relación para comenzar otra con quién parece un clon del anterior? De lo que estamos hablando es de la repetición, de volver a tropezar con una misma piedra una vez y otra. No importa si el nombre de esa piedra es diferente, porque la situación de sufrimiento a la que nos lleva es siempre la misma y mantenemos con ella el mismo vínculo malsano.
De lo antes dicho, se desprende la notable importancia de evaluar qué de nosotros es responsable también de aquello que padecemos. Este es el primer paso para encontrar el nombre de la piedra, el nombre verdadero y no los sustitutos que más tarde aparecen con la repetición. El primer paso es siempre darse cuenta, asumir que algo en nosotros inconsciente puede estar conduciéndonos a repetir siempre lo mismo. Es claro que los motivos por los cuales alguien cae en esa repetición dependen, pura y exclusivamente, de la historia individual y única de cada sujeto. Por este motivo no se puede hablar de generalidades y debe evaluarse cada caso de manera exhaustiva.
Pero si adviertes que en tu vida, en tus vínculos, en tu posicionamiento frente al otro, indudablemente algo repites, procura identificar cuál es la piedra para dejar por fin de tropezar con ella. Una vez que la reconozcas, que adviertas su forma, que conozcas sus diferentes nombres, estará en ti elegir ponerle fin a la repetición y apartarla de tu camino cada vez que esta vuelva a presentarse. Este es sin duda el rumbo saludable. La vida tiene una sola dirección y es hacia adelante, hacia el futuro, hacia lo nuevo. Cada vez que repites, das la cara al pasado y te fijas en él, lo cual impide que avances. Por lo tanto, si optas por repetir, si adviertes de tu piedra y la conoces y pese a todo eliges tropezarte, recuerda que es un camino sin salida que sólo trae consigo pesadumbre. La decisión es tuya. Lo primero es que te hagas responsable.
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