Aproximadamente entre los 40 y los 50 años es frecuente que aparezca lo que se ha dado en llamar la “crisis de la mediana edad”. En dicho momento se puede intentar escapar de una realidad que no nos gusta, de ahí que los divorcios aumenten. Se llega a la madurez y aparece la necesidad de evaluar lo que tenemos y lo que queremos, lo que soñábamos en la adolescencia y lo que hemos conseguido en la madurez. Tenemos ante nosotros la segunda mitad de la vida. La primera ya la hemos recorrido. Comenzamos a sentir los límites del tiempo, y esto nos conduce a evaluar lo que hemos hecho y lo que queremos hacer.
Esta crisis de la mediana edad es un proceso a lo largo del cual se produce un conflicto interno que hay que resolver. En este momento de la vida, la persona se enfrenta a sus viejas ilusiones para averiguar qué sucedió con lo que había soñado ser y lo que había imaginado que iba a hacer. ¿Qué síntomas son los más habituales? Los más comunes son: aburrimiento, ansiedad, depresión, aislamiento y una relación de pareja distante o llena de malestar. La crisis de la mediana edad se produce porque hay que enfrentarse a la idea de que la muerte es inevitable, lo cual nos hace sentir un poco solos.
No todas las personas pueden reaccionar bien ante estas crisis, y lo cierto es que a un gran número de personas dichas crisis logran realmente abatirlas, mostrándolas en extremo deprimidas. Así, tienden a recordar constantemente sus fracasos, los aspectos negativos de su vida y se recrean en ellos, los agrandan, exageran y terminan proyectando esos hechos negativos (que pueden ser reales o no) hacia su vida futura. Debido a esto último terminan sintiendo gran temor por su futuro y les asusta cualquier proyecto nuevo. Piensan que volverán a fracasar. Y ante la posibilidad de volver a sufrir prefieren inhibirse, no participar, no ilusionarse. Se sienten, al final, incapaces de dirigir su propia vida.
El gran cuestionamiento que desata la gran crisis al llegar a la mitad de la vida, tal vez acontezca cuando uno repara en que sólo le queda, con suerte, otra mitad, y cuando entiende que no quiere vivir esa mitad siguiente de la misma manera. En esta crisis el ser humano necesita aceptarse a sí mismo. Si lo consigue, la segunda mitad de su vida será creativa y placentera; en caso contrario, los problemas le provocarán un grado de insatisfacción que se llevará gran parte de sus energías. Como toda crisis, la de la mediana edad no sólo trae consigo malestar, sino también la oportunidad de replantearse cuestiones y llevar adelante cambios que nos beneficien.
Escuche aquí la entrevista radial de Silvia Freire al Lic. Daniel Fernández
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