Extracto del libro “Sapos y Cenicientas – Una mirada psicológica acerca de las problemáticas del amor”, de Ediciones Urano. Autor: Daniel Alejandro Fernández. Disponible en todas las librerías de Argentina y Uruguay.
Habrás escuchado un sin fin de veces hablar del amor, habrás conversado con personas que suspiran felices o sufrientes asegurando estar enamoradas, habrás leído a centenares de poetas derrochando palabras con el único propósito de describir estos sublimes sentimientos. Pero ¿es lo mismo el amor y el enamoramiento?
Podríamos decir que el enamoramiento es una primera instancia que suele anteceder al amor. En un comienzo conoces a alguien y, por algún motivo, te resulta atractivo. Para que esto ocurra no sólo entran en juego los parámetros de belleza culturales sino que, además, también participan otros factores que tendrán que ver con tu propia historia. Tu historia infantil te condiciona de manera inconsciente a la hora de sentir o no atracción por alguien en un futuro. Está claro que no todos se sienten atraídos por las mismas personas. Pero más allá de los motivos que te lleven a tener más o menos atracción por otra persona, lo cierto es que es a partir de que el otro reúne ciertas cualidades (o crees que las reúne) que empiezas a dar los primeros pasos hacia el enamoramiento.
Sin embargo, durante el proceso de enamoramiento, el otro no es el otro sino quien tú quieres que sea. Pones sobre ese otro un velo que lo cubre y no llegas a verlo como es en realidad. Vas exacerbando sus virtudes, vas minimizando sus defectos, y finalmente no te enamoras de ese otro sino apenas del que creíste que era, del que quisiste que fuera, de lo que idealizaste. Es decir, del que tú inventaste sin saberlo, haciendo uso de tus deseos y de tu fantasía. Claro que este velo no suele cubrir al otro para siempre; de ahí que el enamoramiento dure tan solo un año, a veces dos, tal vez tres y, en pocos casos, más. Será entonces, cuando dicho velo por fin caiga, que verás al otro tal cual es. De ahí en más, dos caminos posibles se abrirán ante ti: el del amor (en el mejor de los casos) y el del desencanto (cuando tu fantasía previa hubiera desvirtuado demasiado la realidad del otro).
En aquellos casos en que, luego del enamoramiento, caes en la desilusión de descubrir que lo que te une a ese otro no resulta suficiente como para sustentar una relación, sueles enojarte y atacar al otro con reproches para nada fructíferos. “¡Antes no eras así!”, insistes en reclamar, en medio de un ataque de nervios, frente a una mirada que parece no comprender demasiado tus cuestionamientos. Pero ¿será tan cierto que antes el otro no era así? ¿Así cómo? ¿Como lo imaginaste o como era realmente? Quizá tu estado de enamoramiento no te dejó verlo como en verdad ya era y sigue siendo.
Por suerte o por milagro, también es cierto que muchas de las veces en que el enamoramiento llega a su fin, lo que queda tras él no es la desilusión sino un sentimiento mucho más estable que el enamoramiento, mucho más noble y mucho más real. Es en este caso que nos referimos al amor.
Escuche aquí entrevista radial al Lic. Daniel Fernández sobre su libro «Sapos y Cenicientas»:
http://youtu.be/_RIM6yjop2M
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